EN BUSCA DEL ARCA PERDIDA

jazaria copia

EN BUSCA DEL ARCA PERDIDA

«En busca del arca perdida» es el título de una famosa película de aventuras. El explorador Indiana Jones, se lanza a la caza del misterioso «Arca de la Alianza» que se custodiaba en el templo del rey Salomón en Jerusalén. El valor de este extraño objeto, no solo residía en el oro que la recubría, o en los objetos históricos que contenía (las tablas de los Diez Mandamientos, por ejemplo). Un poder sobrenatural que mataba al que era indigno de tocarla, o una misteriosa luz que se posaba sobre su cubierta y representaba a Dios mismo, hicieron del Arca, hasta hoy en paradero desconocido, un objeto de deseo.

Pero si la historia es cíclica y se repite, los buscadores de tesoros tal vez tengan una segunda oportunidad de encontrar un «Arca Perdida». Como veremos a continuación, el misterioso objeto del Templo salomónico tuvo tal vez un doble más reciente.

 

ISRAEL Y SU HISTORIA CÍCLICA

La historia del Israel bíblico, describe un circulo de duración semejante a la de otras civilizaciones. Su punto de inicio hay que situarlo a la muerte del patriarca Jacob/Israel y de sus doce hijos, cuando los israelitas han crecido en número pero no tienen ni líder, ni ley ni territorio.                                                                                                                                                           El siguiente paso se produce cuando son liberados por Moisés y conquistan la tierra de Palestina. La nación ha sido formada, tiene su ley, y esta se guarda en la famosa Arca de la Alianza. Es la época de los jueces.

La sigiente etapa, tiene lugar cuando Israel se convierte en una nación fuerte, con los primeros reyes (Saúl, David y Salomón). Es en esta época cuando el Arca deja de ubicarse en una tienda portatil y pasa a residir en un magnífico templo en Jerusalén.

Pero una vez llegados a este punto de esplendor, el círculo comienza a describir su bajada: la nación se divide en dos reinos. El primero es absorbido por Asiria, desapareciendo del mapa. Y el reino de Judá será conquistado por Babilonia, y su Templo destruido. Tal vez ahí se perdiera el Arca original. Nadie lo sabe.

Aunque tras el destierro babilónico se construyó un segundo templo, este nunca tuvo el esplendor del salomónico. Es más, la nación de Israel volvió a ser un estado sin rey, dependiente de otros imperios, como el persa, el macedonio y el romano. Y es aquí donde termina el ciclo: a practicamente 1000 años de su fundación, Roma hace desaparecer al estado de Israel, destruyendo el último templo y exiliando a los judíos de Jerusalén.

 

¿OTRO ESTADO DE ISRAEL?

Cuando pensamos en «otro estado de Israel», tal vez solo se nos venga a la mente el país moderno actual creado en Palestina tras las Guerras Mundiales. Pero nada de eso. Si la historia es cíclica y se repite en un patrón de tiempo fijo, tuvo que ser en la Edad Media cuando el estado de Israel se formó de nuevo, creó un segundo templo, con un segundo Arca, y volvió a tener sus reyes para luego desaparecer otra vez. ¿Intentamos buscar el otro estado de Israel, y su otro Arca Perdida?

Efectivamente, en plena Edad Media, unos viajeros que llegaron al Al-Ándalus, empezaron a esparcir el rumor de que un estado de Israel, con sus reyes y su templo, había sido restaurado. Por eso, un reputado médico judío del califa de Córdoba, Jasdai Ibn Shaprut (915-975 d.C.), envío mediante estos viajeros una misiva para el supuesto «rey de los judíos» que decía: «Deseo saber la verdad, si hay un lugar en el mundo, donde el disperso pueblo de Israel tiene realmente un Estado propio y no está sometido a otros pueblos. Y si supiera que eso es verdad, abandonaría todos los honores en mi tierra, mi alto cargo, abandonaría a mi familia y me dirigiría por montes y valles, por mar y por tierra, hasta llegar a ese lugar donde vive mi señor, el rey judío. Vería su grandeza y esplendor; vería como viven tranquilos el resto de Israel. Y tengo otro pedido a Su Majestad, si podéis informarme si tenéis noticias del fin de los tiempos (la llegada del Mesías), a quien esperamos tanto vagando de una tierra a otra.(…)».

Por extraño que parezca, la carta fue respondida por el «rey de los judíos»: «Mucha paz para ti del Rey José hijo del rey Aarón el poderoso, que no será perseguido por soldados, ni empujado de vuelta por batallones. Que teme a Dios y tiembla ante Su palabra, que honra a los sabios, a los humildes, que se acerca a los pobres y que elige sus palabras de la Torá. (…) Yo quiero informarle que su satisfactoria carta, llegó hasta nosotros, vía un judío de la tierra de Nemetz cuyo nombre es Yitzchac, hijo de Eliezer. (…) Ahora os contaremos la historia de nuestros antepasados y os informaremos sobre la herencia que queremos dejar a nuestros hijos. (…) La tierra en que yo vivo fue anteriormente habitada por los Vanantar. Nuestros antepasados los jázaros, lucharon contra ellos. Los Vanantar eran tan numerosos como los granos de arena de una playa, pero a pesar de ello, no pudieron vencernos a los jázaros. Por ello, abandonaron sus tierras y huyeron. (…). Entonces los jázaros heredamos sus tierras hasta este dia. Después de que pasaron muchas generaciones, surgió un rey con el nombre de Bulán. Era un hombre sabio y temeroso de Dios. Había creído en su Creador y abolió las magias y las idolatrías del país. Buscó refugio bajo la sombra de las alas protectoras de Dios. Un ángel se le apareció y le dijo: “Bulán, Dios me ha enviado a ti para decirte; Hijo mío, he oído tu súplica. Por tanto, te bendigo, te hago fructífero y multiplicaré tu descendencia. Haré durar tu reino, hasta mil generaciones y voy a librarte de todos tus enemigos en la tierra. Ahora levántate de madrugada y ruega a Dios”. Y así lo hizo.(…) Entonces, el ángel se le volvió a aparecer y le dijo:”Hijo mío, los cielos y la tierra no pueden contenerse. Sin embargo, hijo mío, construye un templo en Mi nombre y habitaré en él”. (…) El pueblo santificó los saqueos y los utilizó para construir la Tienda, el Arca (de la Alianza), la menorá, las Tablas, los altares y las vasijas sagradas. Esto hicieron con la ayuda de Dios y el poder del Todopoderoso. Estos objetos existen hasta este dia y están bajo mi protección. Después, la reputación del rey se extendió a través del mundo. (…) Desde ese día, nuestros antepasados entraron bajo las alas de su Divina Presencia, el Dios de Israel subyugó a todas las naciones y pueblos de diferentes lenguas que nos rodean. Ninguno fue capaz de levantarse contra nosotros hasta este dia y todos ellos fueron estados tributarios, incluyendo las provincias cristiana y musulmanas».

A continuación, el rey José, menciona una lista de los reyes judíos descendientes de Bulán, entre los que se encuentran nombres como «Obadía, Ezequías, Manasés, Zabulón, Benjamín, Moisés y Aarón».Y continúa diciendo:»Nosotros somos de este modo reyes, hijos de reyes. Ningún extranjero puede sentarse en el trono de nuestros antepasados. Solamente un hijo se sentará en el trono de su padre. Esta es nuestra costumbre y la costumbre de nuestros antepasados, desde el tiempo en que se establecieron en el país. Quiera este ser el deseo de Él que corona a todos los reyes, que Él permita a nuestro reino continuar con la Torá y sus mandamientos».

A sí que efectivamente hubo un segundo estado de Israel en plena Edad Media: era el estado judío de Jazaria, en lo que hoy es Rusia. Como vemos, hubo un segundo «Arca de la Alianza». Tal vez este artículo anime a algún caza-tesoros como Indiana Jones a explorar las ruinas de la capital jázara, Atil, situadas entre el Mar Caspio y el Volga. También tuvieron un linaje de reyes que gobernó básicamente el mismo tiempo que los reyes judíos, hijos de David. Se han hallado monedas con la inscripción «País de los Kazares» y «Moisés es el Profeta de Dios».

Los jázaros o khazares («errantes») eran un pueblo de origen túrquico, y habitaban al sur de Rusia, entre el Mar Caspio y el Mar Negro. Frente a las presiones de los Bizantinos para que se unieran a la cristiandad, y la de los califas de Bagdad para que aceptaran el islam, ellos se decantaron por ser judíos. Su lengua, la «karaim», es la única túrquica que se escribe hasta el día de hoy con letras hebreas. Los descendientes de este estado de Israel que también despareció como su homólogo, aún habitan en lo que hoy es Crimea. Pero permítanme contarles como es que la lengua de los jázaros se llama «karaim».

 

¿UN HIJO DE DAVID, PRINCIPE EN JERUSALÉN?

El término «karaim» se ha castellanizado como «caraíta». Los hablantes de la lengua caraita son descendientes de los jázaros. Pero «caraíta» alude generalemente a un tipo de judaismo distinto al de los rabinos judíos y apegado a la Torá o Ley de Moisés.

En el artículo «Fariseos en Paralelo», hablamos de la corriente «rabínica» dentro del judaísmo. Como vimos, esta surgió en oposición a la corriente «sacerdotal» y ligada al Templo, una vez que este fue destruido por primera vez.

Los oponentes de los fairseos y rabíes o maestros de la Ley, eran los Saduceos.Estos eran el grupo afin al sacerdocio y a la adoración ritual del Santuario de Jerusalén.Los saduceos solo aceptaban como inspirada la Torá o Ley Escrita, que podemos leer hoy al inicio del Tanaj o Biblia Hebrea. Después de la destrucción del Templo en el siglo I d.C., el judaísmo de la «Ley Escrita» practicamente desapareció. Pero con el pasar del tiempo, un número creciente de judíos rechazaron la «Ley Oral» farisea, y la veían como una añadidura a la Ley Escrita dada por Moisés.

Uno de estos primeros grupos tras la destrucción del Templo, fueron los «Betusianos», que como los saduceos, solo creían en la Tora Escrita, y rechazaron el judaísmo rabínico citando Deuteronomio 4:2 (BJ) «No añadireís nada a lo que yo os mando, ni quitaréis nada; para así guardar los mandamientos de Yahveh vuestro Dios que yo os prescribo». Para el siglo IV y V d.C., ya tenían sus propios libros de rituales y cancioneros. Y en el siglo VII d.C., los gobernantes islámicos de Egipto, llamaron a este grupo «Qara’im» o Caraítas en castellano, y velaron por que los demás judíos no interfirieran en sus prácticas. «Qara’im» significa «lectores», y también se les conoce como «Bené Mikrá» o «hijos de la Escritura», no de la Tradición oral, como los rabinos. Toda esta época inicial, se correspondería con la época del éxodo de Egipto y la de los Jueces de Israel. Pero llegaría un momento en que los seguidores de la Ley Escrita volverían a tener un «rey», un estado y un templo.

En paralelo a la época de los reyes David y Salomón del antiguo Israel, en nuestro modelo cíclico aparece Anan ben David (715-795 d.C.) Anan era un judío de Babilonia que afirmaba ser descendiente del rey David. Es curioso que además fuera hijo de un tal «David, ben Judá».

Al parecer, era pariente del Exiliarca (gobernador de los judíos), y uno de los candidatos a ocupar su puesto. Pero finalmente, los rabinos se decantaron por otro pariente del gobernador, y este fue confirmado por el Califa de Bagdad. Sin embargo, y a pesar de todo, Anan fue aclamado como Exiliarca y «nasi» o príncipe, por sus seguidores.

El Califa encarceló a Anan con miras a ejecutarlo, pues tomo como un desafío y traición aquel acto de nombrarse Exiliarca en oposición al candidato aprobado por el califato y los rabinos. Pero un sabio musulmán encarcelado, le ofreció una solución que salvaría la vida de Anan: este debía explicar al Califa, que se había proclamado Exiliarca o gobernador de un grupo de judíos que no aceptaba a los rabinos, y defendía un judaísmo diferente. El califa Al-Mansur accedió al comprender el asunto, y Anan ben David llegaría a ser el Exiliarca, gobernador o «nasi» (príncipe) de los Caraítas, a los que los rabinos llamarían «Ananitas», debido al nombre de su fundador.

A partir de este momento, una nueva etapa comenzó para el judaísmo. El «nasi» o príncipe «hijo de David», publicó en el 770 d.C., el «Libro de los Mandamientos», donde recogía todos los puntos de divergencia entre la Ley Escrita, y la Ley Oral que los rabinos enseñaban. Es también la época de los masoretas, o escribas judíos, que llevados por un renovado interés por la Torá, corrigieron errores textuales que se habían introducido en la época rabínica anterior.

Anan iniciaría una línea hereditaria de descencientes que ocuparía el puesto de «nasi» (príncipe, exiliarca) hasta el siglo XII d.C., cuando fueron depuestos por los selyukíes. Como vemos, practicamente los mismos siglos que los descendientes del rey David se mantuvieron en el trono.

Como el David de la Antigüedad, el siguiente paso fue llevar a sus seguidores a Jerusalén, y construir un «Templo». Digo «Templo», por que para los caraítas, sus «kenesas» o sinagogas son más que solo un lugar para reunirse. De hecho, se ponen descalzos antes de entrar, y oran de rodillas, como hicieran Moisés y los sacerdotes cuando se presentaban ante Dios. Las kenesas tratan de asemejarse al modelo del Templo bíblico, reservando por ejemplo, un arca para guardar la Torá que colocan en la parte occidental, como estaba en el santuario de Salomón.

Aunque no restablecieron los sacrificios animales, si marcaron unas normas rituales a la hora de matar animales para la alimentación, similares a las costumbres islámicas. Del mismo modo, oran en dirección a Jerusalén y realizan servicios religiosos al amanecer y al atardecer, como se hacía en el Templo en tiempos bíblicos. Al «templo» que Anan construyó se le conoce hoy como la Sinagoga o Kenesa Caraíta, y es la más antigua en funcionamiento en Jerusalén. Como curiosidad, es una sinagoga subterranea, lo que le ha permitido sobrevivir a numerosos ataques y expolios hasta hoy día.

Además, el caraísmo siguió ganando adeptos, desde el Al-Ándalus hasta Persia. Se calcula que un 40% del mundo judío entre los siglos IX y X era caraíta. Y fue en los confines del mundo de las religiones abrahámicas, donde «los hijos de la Escritura» hallarían su más fiel refugio: en Jazaria. No se sabe con certeza que tipo de judaísmo predominó entre los jázaros, pero todo apunta a que el caraísmo estuvo allí muy arraigado. Prueba de ello son los judíos de Crimea, caraítas todos, hablando «karaim», escribiendo en letras hebreas, y descendientes de los jázaros a la vez.

Pero como la historia se repite, el judaísmo basado en templos, linajes reales y sacerdotales, con un estado propio, de nuevo volvería a agotarse. Es entonces cuando el otro judaísmo, el de los rabinos y las sinagogas volvió a aparecer en nuestros días, como vimos en el artículo «Fariseos en paralelo».

Aún así, el germen del nuevo caraísmo ya está sembrado de nuevo, y en 2007 se reiniciaron las conversiones, tras 500 años de estancamiento. Y aunque el entero barrio judío de Jerusalén fue destruido en las guerras del siglo XX, solo la sinagoga caraíta, al ser subterránea, sobrevivió. Así los «hijos de la Escritura» pudieron volver a utilizarla a partir de 1967.

En conclusión, la historia del estado de Israel ha alternado ciclos de igual duración de judaísmo rabínico, centrado en la sinagoga y las interpretaciones rabínicas, cuando no tienen patria; y de caraísmo o apego a la letra de la Ley mosaica y a un «templo» cuando han tenido acceso a un dominio territorial.

En cuanto al Arca Perdida, ya sea la antigua de Jerusalén, o la nueva que construyeron los reyes jázaros, tal vez jamás se encuentren ¿quién sabe? Ahora el judaísmo se ha expandido por todas las naciones, no es la religión de un estado o territorio, y en cada sinagoga o kenesa se cuenta con un «arca de la alianza» (aron kodesh) donde se guarda la Ley de Moisés, considerada como el verdadero tesoro. Ya decía el profeta judío Jeremías que esos tiempos también vendrían: «Y acontecerá que cuando os multipliquéis y crezcáis en la tierra, en esos días, dice Jehová, no se dirá más: ‘¡Arca del pacto de Jehová!’ No vendrá al pensamiento ni se acordarán de ella, no la echarán de menos ni será hecha de nuevo». (Jeremías 3:16 RVR1995)

BIBLIOGRAFÍA:

https://yadbeyad.wordpress.com/2011/02/28/corrientes-del-judaismo-judaismo-caraita/

http://arrecaballo.es/edad-media/los-jazaros/

http://nuevotestamentojohnpmeier.blogspot.com.es/2013/08/los-jazaros-un-reino-judio-fuera-de.html

http://www.gotasdeprimavera.com/2011/11/carta-del-jagan-jose-hasdi-ibn-spraut.html

http://www.aurora-israel.co.il/articulos/israel/Opinion/57211/

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