Mes: octubre 2015

FARISEOS EN PARALELO

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FARISEOS EN PARALELO

Para muchos lectores, los términos «fariseo» o «farisaico» tal vez no sean más que un sinónimo de «hipócrita» o de «hipocresía». Sin embargo, si comprendiéramos el origen y la razón de ser de este grupo religioso judío, tal vez nuestro juicio sobre él sería más equilibrado.
Como veremos, nuestro método de historia cíclica nos será de excepcional ayuda para entender en profundidad las claves de esta comunidad religiosa judía.

LOS HASIDIM

La destrucción de Jerusalén y el destierro en Babilonia, marcó un antes y un después en la historia del judaísmo.
Por primera vez desde los tiempos de Moisés, los judíos comenzaron a adorar sin la necesidad de sacerdotes, ni de templos, ni de acudir a un santuario ubicado en un lugar concreto.
La religión comenzó a abandonar el ritual y a centrarse en la oración, el estudio y las obras piadosas.

Al amparo de los profetas, comienza a surgir una nueva clase de religiosos. No es necesario ya pertenecer a un linaje sacerdotal, ni ser «hijo de» para pertenecer a ella: simplemente, basta ser un judío devoto y conocer en profundidad la Ley. Hablamos de los «hasideos» o «asideos», del hebreo «jasidim» (piadosos). Sabemos de su existencia desde el tiempo de Judas Macabeo, a quien en un primer momento apoyaron.

Este grupo surgió por tanto como reacción al proceso de «helenización» de la sociedad judía. Muchos compatriotas se estaban dejando llevar por el modo de vida occidental de sus gobernadores griegos, especialmente los judíos de clase alta. Los hasidim se oponían ferozmente a esta nueva manera de vivir y por eso guardaron con celo las normas de la Ley de Moisés. Recordemos que nos hallamos en torno al 150 a.C.

LOS PERUSHIM

Rondamos ahora el año 130 a.C., y un nuevo grupo surge a la palestra: los «fariseos», del hebreo «perushim» (separados). Muchos concuerdan en que son los herederos de los que antes llamábamos hasidim.
Aunque estos grupos en principio apoyaron a los Macabeos en su revuelta contra los gobernadores griegos, al poco se desilusionaron. Esto fue debido a que, una vez en el poder, los líderes judíos comenzaron a portarse tan indecentemente como los anteriores gobernantes helenos. Los judíos más devotos, no entendían tampoco que un rey pudiera ser al mismo tiempo Sumo Sacerdote, como los paganos gentiles.
El resultado es que efectivamente los más «piadosos», se «separaron» de estos judíos helenizados, soportando una cruel persecución.
Los fariseos, eran ampliamente admirados por el pueblo debido a sus actos de piedad, y acabaron adueñándose de la nueva manera de adorar entorno, no ya del Templo, sino de la sinagoga. En su afán reformista, aceptaron como inspirado por Dios todo el Tanaj (Biblia Hebrea), la Torá o Ley Oral, y la creencia en los ángeles y en la resurrección. Recordemos que otros grupos como los saduceos (relacionados con la casta sacerdotal y el Templo), rechazaban todo esto, y no creían más que en la Torá o Ley Escrita y la vida presente.

Llegando ya al siglo I a.C., hallamos a los fariseos separados, valga la redundancia, en dos grupos.
Unos pertenecían a la «Bet Shamai» o «Escuela de Shamai» (50 a.C.-30 d.C.) que propugnaba una visión más conservadora y rígida de los asuntos religiosos.
Otros en cambio, apoyaban la «Bet Hilel» (la Escuela de Hilel), llamado «el Sabio» o «el Anciano» (70 a.C.-10 a.C.) Este eminente rabino promovía un estilo de judaísmo «progresista» o «liberal» a la hora de explicar la Ley. Puso todo el peso de la interpretación en la moral, la piedad y las buenas obras. Tras la destrucción del Templo en el 70 E.C., fue esta escuela la que prevaleció.
Hilel sería el maestro de Gamaliel y este a su vez, del antes fariseo, apostol cristiano Pablo.

Una anécdota curiosa recoge la diferencia de caracteres entre Hilel y Shamai. Se cuenta que un gentil afirmó que se convertiría al judaismo si se le resumía sus enseñanzas fundamentales «brevemente» (literalmente dijo, «en el tiempo que soy capaz de sostenerse sobre un solo pié»). Mientras Shamai lo rechazó con desprecio, Hilel le dijo: “no hagas a tu prójimo lo que no deseas que te hagan a ti, el resto son todos comentarios, ve y estúdialos”. (Shabat 31a)

La pregunta que ahora nos atañe es ¿tendrán estos personajes y movimientos judíos un paralelo moderno? ¿Qué nos revela nuestro método sobre ellos?

LOS HASIDIM

Justo en paralelo a la rebelión de Judas Macabeo y los «hasidim» contra los griegos, un nuevo judío de similares intenciones aparece en la historia. Se llamaba «Judas he Hasid Segal ha-Levi» (1660-1700). Su sobrenombre nos es familiar: «He Hasid», es decir «el piadoso». Este predicador judío polaco consiguió que unos 1.500 seguidores llamados, como no, «hasidim», realizaran un de las primeras migraciones a Jerusalén (llamadas «aliyah» o «subida»). Fueron ellos los que construyeron la primera gran sinagoga moderna, llamada «Hurva» (Su nombre completo fue «Hurvat Rabbi Yehudah he-Hasid», o «del Rabino Judas el Piadoso»). Se puede leer más sobre estas fechas en nuestro artículo «Los Macabeos del Yemen».

Con el devenir del tiempo, otro movimiento también llamado «hasidim» o «jasidim» acabaría llevando esta denominación hasta nuestros días. En esta ocasión, hablamos del grupo fundado por el rabino Baal Sem Tov, o «Señor del Buen Nombre» (1698-1760). Fue este religioso ucraniano el ideólogo de lo que hoy conocemos como judaísmo jasídico.

LOS PERUSHIM

Del mismo modo que los hasidim, los perushim o fariseos también volvieron a aparecer en la historia a su debido tiempo. Viendo su paralelo moderno, tal vez podamos comprender lo que realmente ocurrió hace unos 2000 años con estos grupos.
Ante el éxito y el cariz místico que tomaron los jasidim tras las reformas de Baal Sem Tov, un número notable de judíos se opuso a ellos. Se les llamó los «mitnagdíes» (oponentes). Su líder se llamó Gaón (1720-1797), y era de Vilna (Lituania), la llamada «Jerusalén del Norte».
¿Cómo se llamó a los seguidores de Gaón? «Perushim», si, exactamente igual que los fariseos de la antigüedad, y surgen exactamente en el mismo momento paralelo de la historia.
Estos modernos fariseos, junto a sus oponentes jasidim forman lo que hoy llamamos judaísmo ultraortodoxo o jaredí (literalmente, «los que temen a Dios»).

Pero si recordamos, de aquel fariseísmo del siglo I a.C. Surgieron dos escuelas principales: la conservadora (Bet Shamai) y la liberal (Bet Hilel). ¿Pasó algo similar en nuestro tiempo?
Si aplicamos nuestro método a las fechas de las vidas de Hilel (70a.C.-10 a.C.) y Shamai (50 a.C.-30 d.C.), obtenemos que sus paralelos vivieron aproximadamente entre el 1780-1850 d.C. (Hilel) y entre 1800-1870 d.C.(Shamai)
Y efectivamente, nuestro Hilel actual se llamará Abraham Geiger (1810 – 1874), el «padre del reformismo moderno». El rabino alemán Geiger fue el ideólogo del llamado «Judaísmo Reformista», «Progresista» o «Liberal». Algunos incluso consideran al antiguo líder de los perushim, Gaon de Vilna, un claro precursor de esta tendencia.
Sin embargo, al mismo tiempo que el Judaísmo Reformista, surgía un movimiento opuesto: el llamado «Judaísmo Conservador». El padre de estos judíos moderados será Zacharias Frankel (1801-1875), un famoso rabino de Bohemia.

Como resultado, la religión judía quedó de nuevo dividida en tres ramas fundamentales: Ortodoxa (y ultraortodoxa o jaredí), Conservadora, y Reformista.
Como hace 2000 años, fue el choque con la cultura occidental, lo que obligó a cambiar a esta religión milenaria. En la Antigüedad, al pensamiento de Occidente se le llamó «helenismo» (etimológicamente, de «antorcha» o «luz brillante»). En la época moderna, los judíos llamaron al influjo cultural occidental «Haskalá» (que significa «ilustración», o «iluminismo», similar a la expresión «Siglo de las Luces».)

Frente a la nueva manera de pensar y la modernidad de Europa, solo les quedó tres formas de actuar: rechazarla, adoptarla, o tomar una posición intermedia. Como antiguamente, y según las encuestas en Estados Unidos, la Reformada es la opción mayoritaria, seguida de la Conservadora y por último la Ortodoxa.

Y para concluir este artículo en concreto, que mejor manera, que citando unos versos del Tanaj o Biblia Hebrea. Aunque se escribieron desde un punto de vista religioso y muy general (distinto al enfoque centífico y concreto de nuestro método),  parecen describir muy bien los ciclos naturales de la historia, en este caso, de la judía:
«Lo que ya ha acontecido volverá a acontecer;
lo que ya se ha hecho se volverá a hacer
¡y no hay nada nuevo bajo el sol!»
«Lo que ahora existe, ya existía;
y lo que ha de existir, existe ya.
Dios hace que la historia se repita».
Eclesiastés 1:9; 3:15 (NBD)

ADNHISTORIADELARTE.COM    JOB FLORES FERNÁNDEZ (C) 2015

¡Y LOS MISMOS, LOS MISMOS POETAS!

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¡Y LOS MISMOS, LOS MISMOS POETAS!
¿Es cíclica la poesía? Tanto como los poetas que la componen y las circunstancias que les rodean.
Hoy analizamos dos poetas paralelos según nuestro método: Horacio, y Moratín.

HORACIO
Quinto Horacio Flaco (65 a.C.-8 a.C.) es uno de los poetas más conocidos de la antigua Roma.
Destacó por su poesía lírica y satírica en latín.

Nacido en una familia acomodada al sur de lo que hoy es Italia, viajo a Roma y a la Academia de Atenas para formarse. Luchó junto a los enemigos de Octavio a la muerte de Julio César, y tuvo que huir para salvar su vida cuando su bando perdió la guerra. Sus propiedades fueron confiscadas, y solo pudo volver a Roma cuando Octavio declaró una amnistía. Trabajó como secretario de un cuestor o magistrado romano. Con el tiempo se ganó el respeto de los círculos literarios romanos, en los que participaban autores de la talla de Virgilio o Lucio Vario Rufo. Estos lo presentaron al famoso Cayo Mecenas, hombre de confianza de Octavio que dio origen a los términos «mecenas» y «mecenazgo». Haciendo alusión a lo que luego significaría su apellido, le regaló a Horacio una finca donde pudo escribir sus obras.

En cuanto a su producción, esta se resume en las siguientes colecciones principales:
Sátiras. Composiciones de carácter moralizante y crítica social, como los epodos griegos.
Odas. Cantos considerados la cumbre de la poesía latina.
Epístolas. Obras a modo de cartas donde se recogen reflexiones morales y filosóficas.

¿Podrá nuestro método de establecer paralelismos históricos ayudarnos a hallar a un poeta similar?

MORATÍN
Según nuestro patrón de tiempo fijo que usamos en todos los artículos, el paralelo de Horacio debió vivir entre el 1780 y 1840 aproximadamente.
Y encontramos entre esas fechas, entre otros, a Leandro Fernández de Moratín (1760-1828).
Juzguen ustedes mismos el parecido.

Moratín nació en Madrid en el seno de una familia acomodada. Fue enviado a formarse a la Universidad de Valladolid. Ya con 19 años comenzó a cosechar éxitos en los concursos promovidos por la Academia. En calidad de secretario de un conde, viaja a París y otras capitales europeas, lo que le ayudó mucho en su formación. Fue beneficiario de los apoyos de Floridablanca y Godoy. Cuando Napoleón ocupó España, se unió al bando de los franceses. Obtuvo del rey José I Bonaparte, hermano del emperador, el puesto bibliotecario mayor en la Real Biblioteca española.

Si recordamos, hace tiempo publicamos en esta página un artículo titulado «Julio César, es decir, Napoleón Bonaparte». En esa ocasión, establecimos a Napoleón como paralelo moderno de Julio César. Y como le pasó a Horacio a la muerte de César, cuando Napoleón y sus ejércitos perdieron la guerra, Moratín tuvo que huir a Valencia, Peñíscola y Barcelona para proteger su vida.
Aunque no se presentaron cargos contra él, decidió huir a París donde moriría. De paso por Burdeos, conoció a otro exiliado: Goya, que le realiza el retrato que vemos en la imagen.

Más allá de su biografía, son sus obras las que delatan al doble de Horacio. Vean ustedes mismos algunas de ellas:

Traducciones de Horacio. En el artículo de Wikipedia sobre Moratín dice literalmente: «En la traducción de nueve odas de Horacio, lo que más sorprende, (…) es la identidad entre el pensamiento del poeta latino y el de Moratín en la visión de las cosas humanas: concordancia cuya sugestión se acrecienta por la diferencia de expresión entre la solemne compostura horaciana y la ligereza dieciochesca de Moratín. Horacio se halla presente, pero se advierte que es un Horacio transferido a un ambiente castellano muy distinto (…)».

Sátiras contra los vicios. En las que carga contra los excesos del barroco y anima a los poetas a aprender, como no, de Horacio.

Odas. De ellas se dicen, en la citada referencia, que son «uno de los resultados más felices de la imitación de Horacio en España».

Epístolas. Nueve cartas dirigidas a distintas personalidades. Una de ellas, copiando a Horacio, la dirige «a un ministro, sobre la utilidad de la historia».

¡Y LOS MISMOS, LOS MISMOS POETAS!
Como se puede ver, ni la poesía escapa a los repetitivos ciclos de la historia. Los propios poetas son conscientes de ello. Y como muestra, terminamos con un poema de León Felipe, que me ha pasado recientemente una buena amiga, y a quien se debe este artículo. Se titula «¡Qué pena!», y dice así:

¡Qué pena si este camino fuera de muchas leguas
y siempre se repitieran
los mismos pueblos, las mismas ventas,
los mismos rebaños, las mismas recuas!

¡Qué pena si esta vida tuviera
– esta vida nuestra-
mil años de existencia!
¿Quién la haría hasta el fin llevadera?
¿Quién la soportaría toda sin protesta?
¿Quién lee diez siglos en Historia y no la cierra
al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?
Los mismos hombres, las mismas guerras,
los mismos tiranos, las mismas cadenas,
los mismos farsantes, las mismas sectas
¡y los mismos, los mismos poetas!

¡Qué pena,
que sea así todo siempre, siempre de la misma manera!

Adnhistoriadelarte.com                                                   Job Flores Fernández (c) 2015

EL SIGLO DE PERICLES ¿O EL DE ANTONIO?

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EL SIGLO DE PERICLES ¿O EL DE ANTONIO?

El siglo de Pericles en el gobierno de Atenas, marcó un antes y un después en el arte occidental. A partir de ese momento de esplendor, nada sería lo mismo. ¿Volvería el arte clásico a renacer en Atenas, tras un largo y oscuro medievo?

El siglo de Pericles

Atenas, la ciudad donde nació el arte clásico occidental, se hallaba bajo la amenaza persa. Esa era la situación desde que el sha o monarca persa Ciro II, fundador del imperio persa, sometió a las ciudades griegas de Jonia en el año 547 a.C.
Pero los griegos se resistieron, comenzando una revuelta contra el invasor con la ayuda de Atenas. El resultado serían las conocidas «Guerras Médicas», habidas entre griegos y persas.

Cuenta Herodoto, que el hijo de Ciro II, Dario I, rogaba a su dios por la victoria: «¡Oh, Ormuz, dame ocasión de vengarme de los atenienses!»; e incluso pidió a sus siervos que cada vez que se sentara a la mesa, le repitieran tres veces: «¡Señor, acordaos de los atenienses!».

Ocasión de venganza tendría el hijo de Dario I, Jerjes I, que saqueó e incendió la acrópolis de Atenas en el 480 a.C. Esto no fue, sino un ejemplo más de la barbarie persa.
De hecho, el término «bárbaro», fue inventado por los griegos para referirse a los persas. «Bárbaro» en griego, se decía «bárbaros», tal cual. El vocablo se refiere a cualquier extranjero, pero en concreto a los persas, cuya habla ininteligible sonaba a los griegos como el sonido «bar, bar bar…». Algo así como el «bla, bla, bla…» con el que hoy describimos una conversación que no entendemos o no nos interesa.
El matiz peyorativo del término, describe a personas fieras, rudas, incultas, toscas, y a menudo a sociedades regidas por regímenes autocráticos y dictatoriales.

Tras las guerras médicas, el verdadero momento triunfal ateniense ocurriría bajo su strategos o líder Pericles (495-429 a.C.) Su mandato es conocido como la edad de oro del arte griego. Durante sus treinta y dos años de gobierno (461-429 a.C.) se reconstruyó el Partenón, símbolo de la transición entre el arte arcaico y el clásico.
Del mismo modo, escultores de la talla de Policleto, Mirón y Fidias, dotaron a las figuras de movimiento e individualidad. El rígido y despersonalizado arte arcaico había finalizado. Comenzaba una nueva etapa de esplendor para occidente: el arte clásico. Este regiría unos 1.000 años, hasta que nuevos bárbaros lo anularían, haciendo caer a Roma en el 476 d.C. Pero tras otros casi 1.000 años de arte «bárbaro/gótico» o «arcaico/medieval», el arte clásico renacería: veamos como.

El siglo de Antonio

Es curioso, que el término «Edad Media» en Grecia, se refiera a dos periodos:
a) A la Edad Oscura, es decir, el milenio anterior al siglo de Pericles y al arte clásico.
b) A los mil años aproximadamente que van desde la caída de Roma al Renacimiento o volver del arte clásico en el siglo XV.
Es de esta segunda etapa de la que hablamos ahora, en paralelo a la anterior.

Durante la Edad Media europea, Atenas sufrió pillajes e invasiones. Cuando apenas comenzó a mejorar sus situación, duramente fue castigada por lo «nuevos persas».
Según nuestro método, la fecha exacta de la conquista persa de Grecia en el siglo VI a.C., coincide concretamente con los inicios del siglo XIV d.C. En esta época, un inmenso imperio similar al de Ciro II acababa de nacer en Persia: el Ilkanato, un imperio mongol.
Sus brazos llegaban hasta la costa jonia, como el de sus antecesores. Esto era posible gracias a la «alianza bizantino-mongola» (1263), que hizo de Bizancio y del Ilkanato persa una unión sin fisuras en los planos político, militar, y hasta familiar.
De hecho, fue el emperador bizantino Andrónico II, emparentado con el gobernante persa, el que llamaría a unos mercenarios para conquistar a los nuevos «griegos»: a los turcos y a los atenienses.

Estos mercenarios eran, curiosamente, catalanes. La Gran Compañía Catalana, formada por las gentes más rústicas o «bárbaras» de aquellas tierras, los llamados «almogávares». Hay hasta quien aventura, que la «barretina» o gorro catalán es una clara copia del gorro persa que vemos en los platos griegos de época clásica.
El caso es que los nuevos persas (bizantinos, mongoles y mercenarios catalanes), no fueron menos bárbaros que los antiguos. En fechas exactamente paralelas según nuestro método, Grecia fue arrasada y sometida a todo tipo de atrocidades parecidas a las de los persas de hacía casi 2.000 años. Se la llama, la «Venganza Catalana» (1305 d.C.). Y el idioma griego quedó tan marcada por ella como por la venganza persa. En Albania, «katalan» significa: «monstruo», es decir, «bárbaro». En Bulgaria, significa «torturador, malvado». Y hasta el día de hoy, los griegos maldicen gritando: «¡ojalá te alcance la venganza catalana». Hasta hace poco, se cantaba una canción a los niños donde se pedían fuerzas para luchar «contra los perros catalanes».

Pero como la historia es cíclica, no iban los nuevos griegos a estar sometidos siempre a los nuevos persas. Exactamente en paralelo a la misma fecha que Pericles iniciaba la edad dorada de Atenas, un nuevo strategos o líder salvaría a los atenienses del siglo XV d.C.

Como bien sabemos, el arte clásico nació en Grecia en el siglo V a.C., y renació en Florencia en el siglo XV d.C. De ahí, que se llame «Renacimiento» a este arte florentino.
Pues quiso la historia que fuera un florentino quien liberara y restaurara Atenas en los inicios del siglo XV.
El elegido era, como decimos, Antonio I Acciaioli (1395-1435 d.C.) y su vida corre exactamente paralela a la de Pericles en nuestro método. Este florentino, liberó a Atenas de los brazos persas, extendidos a través de los catalanes y bizantinos. Él y sus descendientes, se harían con el Ducado de Atenas y Neopatria.
El arte clásico, de nuevo renació. Ahora exportado desde la Nueva Atenas (Florencia) a la Atenas griega. Sobre Antonio leemos, que no olvidó sus raíces artísticas florentinas, y que renovó los antiguos monumentos griegos de la acrópolis ateniense, utilizándolos como palacio. Incluso fomentó el comercio gracias a los mercaderes florentinos. Sin lugar a dudas, todo un Pericles de su tiempo.

En la Nueva Atenas, Florencia, otro «estratega» iniciaba su carrera: nada más y nada menos de Juan de Médici (1360-1429 d.C.), fundador de la familia del mismo apellido y que serían mecenas de los mejores artistas.
En ese momento, arquitectos y escultores florentinos iniciaban un nuevo estilo llamado «Renacimiento». Policleto, Fidias y Mirón hallan su paralelo en escultores como Donatello. Según nuestro método, justo en paralelo al momento en que los antiguos griegos realizaban las primeras esculturas «clásicas», Donatello esculpía las primeras obras «renacentistas» de la historia.
Policleto pondrá de moda el «contraposto», una pose en la que la figura se apoya sobre una pierna, dotando de movimiento al cuerpo. Pero sera Donatello el primero que, tras dos mil años, vuelva a usar esta pose en sus esculturas para el templo gremial Orsanmichele de Florencia.
Tal vez esta Iglesia, dedicada a la Virgen o Madonna delle Grazie, o la también florentina catedral de Santa Maria del Fiore, sean un ejemplo moderno de lo que fuera en su siglo el Partenon. Estos templos florentinos, con sus novedosas mezclas de estilos entre el gótico y el renacimiento, nos recuerdan al antiguo templo griego, dedicado a la Virgen Atenea, con su original mezcla de estilos entre el dórico y el jónico.
Esperemos que los bárbaros no vuelvan más y que podamos disfrutar de estas joyas del arte por muchos siglos.

Nota: se puede leer más sobre estos momentos cíclicos tan cruciales de la historia del arte y de la humanidad en los siguientes artículos de esta página:
– LA ESCUELA DE ATENAS ¿O L A DE FLORENCIA?
– LA BATALLA DE ISSOS ¿O LA DE CHALDIRAN?

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