reino de judá

¡AY JHERUSALEM!

Nabuco copia

Jerusalén, la tantas veces conquistada, es nuestro tema de análisis hoy.
En el artículo «Iudaea Capta», estudiamos los paralelismos históricos entre la toma de Jerusalén por los romanos en el siglo I d.C, y su moderna conquista occidental del siglo XX. Ahora veremos otro momento trágico de la historia de la ciudad santa: su destrucción a manos de Nabucodonosor II, rey de Babilonia, y su paralelo en el siglo XIII d.C.
Nuestro estudio se basará en el análisis de dos poemas de lamento sobre Jerusalén que, según nuestro método, son paralelos en la historia.

Lamentaciones sobre Jerusalén
En principio, Jerusalén y Babilonia rindieron vasallaje a los reyes de Asiria.
Una revuelta en Babilonia, puso en el trono a Nabopolasar y posteriormente a Nabucodonosor II, los últimos dos grandes reyes babilonios antes de la llegada de los persas. Estos acabaron con el poder de Asiria. Para Jerusalén, esto supuso la liberación de sus antiguos amos, pero a la vez, el somentimiento ahora al Imperio Neobabilónico.

A medio camino entre el siglo VII y el VI a.C. Jerusalén se rindió al vasallaje de Babilonia. No obstante, las repetidas rebeliones judías, hicieron que el rey Nabucodonosor II capturara al rey Joaquim de Judá y lo sustituyera por Joaquín. Pero al poco, el rey de Babilonia vuelve llevándose al destierro a la nobleza judía y saqueando el Templo judío.
Poco después, el rey de Babilonia puso a Sedecías como rey títere de Judá, pero este también se rebeló. El resultado fue un segundo sitio de Jerusalén que llevó a arrasar completamente la ciudad y el Templo y a llevarse al resto de sus habitantes al exilio en Babilonia. Con esto quedó eliminado para siempre el Reino de Judá en Jerusalén.

En este contexto se escribe el libro bíblico de las Lamentaciones de Jeremías, profeta judío contemporáneo a los hechos. Se compone de cinco poemas donde se llora la destrucción de la ciudad santa y se describen los horrores y penalidades sufridos. Los cuatro primeros poemas son alfabéticos, es decir, cada estrofa comienza con una letra del alfabeto hebreo, haciendo un total de 22.

¡Ay Jherusalem! 

¡Ay Jherusalem! Es el título y el estribillo de un poema castellano de mitad del siglo XIII donde se llora la perdida del llamado «Reino Cristiano de Jerusalén» y su saqueo por los musulmanes en 1244 d.C. Ustedes pueden leerlo al completo en el siguiente enlace: http://www.fjse.arrakis.es/otros.htm#ay.
Es interesante, que ese momento es paralelo según nuestro método con el saqueo y la destrucción de Jerusalén a mano de los babilonios que acabamos de narrar.

El poema es un «planto» o «endecha», un poema triste, como las Lamentaciones.
Otro dato interesante, es que aunque es compuesto para cristianos por un contemporáneo a los hechos, tiene una clara influencia judía. Esto se pone de manifiesto en la obra «Judíos en la literatura española», de Jacob M. Hassán y Ricardo Izquierdo. Estos estudiosos, ponen de relieve los múltiples paralelismos entre este planto castellano y el libro judío de las Lamentaciones.

Una de las características más interesantes, es que el poema castellano, algo muy raro en nuestra literatura, también es alfabético, como las Lamentaciones judías.
Así cada una de sus 22 estrofas se refiere a una letra del alfabeto latino, en el siguiente orden: ABCDEFGHIKLMNOPQRSTV-DQ. Esto es especialmente interesante, por que los poemas latinos alfabéticos constan normalmente de 23 letras, no de 22 como los judíos.
De todo ello se desprende la clara influencia judía en este planto o poema triste cristiano.
(Las dos letras finales «DQ», fuera de orden alfabético, tal vez hagan alusión al lema cruzado «Dios lo quiere»).

Otro aspecto, es el parecido tan notable entre los acontecimientos que se narran. Muchos han supuesto que el autor del planto castellano citaba directamente del libro judío de las Lamentaciones, lo cual es muy probable. Pongamos una citas como ejemplos:

Lamentaciones 1:8 y 2:20,21 y (Biblia de Jerusalén)
«(…) Mucho ha pecado Jerusalén, por eso se ha hecho cosa impura (…)
¿Tenían las mujeres que comer sus frutos, a sus niños de pecho?
¿Tenían que ser asesinados en el santuario del Señor sacerdote y profeta?.
Por tierra yacen en las calles niños y ancianos; mis vírgenes y mis jóvenes cayeron a cuchillo;(…)».

Ay Jerusalén:
«(…) Hora es venida, por nuestros pecados, de tan negro dia moros esforçados. Llena por encima vence moreria en Iherusalem.
(…) Sacerdotes e fraires en cadenas presos; tienen a los abades en cepos de maderos.
(…) Vienen las donzellas que eran delicadas, en cadenas presas e muy atormentadas.
(…) Veen los cristianos a sus fijos asar, veen a sus mujeres vivas destetar;
vanse por los campos, cortos pies e manos, en Iherusalem.
(…) De las vestimentas facian cubiertas; del Sepulcro Santo facian establo; (…)»

El poema hace mención constante a un Concilio con el fin de preparar una cruzada para reconquistar Jerusalén tras el saqueo y reconquista musulmana de 1244. De ahí se desprende que se compuso con referencia al concilio de Lyon en 1274 o en el de 1245.
Si los generadores de la catástrofe de Jerusalén fueron los babilonios, el autor del planto no deja duda sobre quienes destruyeron el Reino de Jerusalén en el siglo XIII:
«(…) Fazen ayuntamiento los de Babilonia, con los africanos para los de Etiopia, paran los coraminos, tartaros e miros, por Iherusalem. (…) Raros muy amargos moros cuantos son, tienenlo cerrado al altar de Sion. (…)».
Los ayubíes de Siria, aliados del califa de Bagdad (Babilonia), invitaron a los corasmios en 1244 a arrasar Jerusalén. Eliminaron así a los últimos reyes del llamado «Reino Cristiano de Jerusalén». Posteriormente, los propios ayubíes retoman la ciudad para el califa de Bagdad (1247). Aunque serán finalmente sus esclavos mamelucos de Egipto los que se hagan con Jerusalén entorno a 1260.

Los mencionados corasmios comenzaron el asedio en julio, y la tomaron finalmente el 23 de agosto de 1244, según «La epopeya de las cruzadas», de René Grousset. (Los babilonios lo habían hecho siglos antes igualmente, comenzando en julio y terminando el 28 de agosto al parecer.)
Las tropas musulmanas masacraron y saquearon la ciudad, tratando de destruir todo resto dejado por los cristianos. En wikipedia.org se dice que «la arrasaron dejándola en ruinas, y completamente inservible (…)» y que «despiadadamente diezmaron la población, dejando sólo 2.000 personas».
En santosepulcro.custodia.org leemos: «El asalto y el saqueo de Jerusalén provocaron el asesinato y el alejamiento de los cristianos y la basílica (del Santo Sepulcro) de nuevo fue dañada y las tumbas de los reyes destruidas».

Así, como reza el dicho castellano, podemos decir que los habitantes de Jerusalén, de nuevo «lloraron más que Jeremías» en esta segunda destrucción paralela de mitad del siglo XIII d.C.

Lamentaciones 2:18 (Biblia de Jerusalén):
«¡Clama, pues, al Señor, muralla de la hija de Sión; deja correr a torrentes tus lágrimas, durante día y noche; no te concedas tregua, no cese la niña de tu ojo!»

Ay Jerusalen:
«Bien querria mas convusco plañir, llorar noches e dias, gemir e non dormir, que contarvos prosas
de nuevas llorosas de Iherusalem».

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