¡Y LOS MISMOS, LOS MISMOS POETAS!

HORACIO copia

¡Y LOS MISMOS, LOS MISMOS POETAS!
¿Es cíclica la poesía? Tanto como los poetas que la componen y las circunstancias que les rodean.
Hoy analizamos dos poetas paralelos según nuestro método: Horacio, y Moratín.

HORACIO
Quinto Horacio Flaco (65 a.C.-8 a.C.) es uno de los poetas más conocidos de la antigua Roma.
Destacó por su poesía lírica y satírica en latín.

Nacido en una familia acomodada al sur de lo que hoy es Italia, viajo a Roma y a la Academia de Atenas para formarse. Luchó junto a los enemigos de Octavio a la muerte de Julio César, y tuvo que huir para salvar su vida cuando su bando perdió la guerra. Sus propiedades fueron confiscadas, y solo pudo volver a Roma cuando Octavio declaró una amnistía. Trabajó como secretario de un cuestor o magistrado romano. Con el tiempo se ganó el respeto de los círculos literarios romanos, en los que participaban autores de la talla de Virgilio o Lucio Vario Rufo. Estos lo presentaron al famoso Cayo Mecenas, hombre de confianza de Octavio que dio origen a los términos «mecenas» y «mecenazgo». Haciendo alusión a lo que luego significaría su apellido, le regaló a Horacio una finca donde pudo escribir sus obras.

En cuanto a su producción, esta se resume en las siguientes colecciones principales:
Sátiras. Composiciones de carácter moralizante y crítica social, como los epodos griegos.
Odas. Cantos considerados la cumbre de la poesía latina.
Epístolas. Obras a modo de cartas donde se recogen reflexiones morales y filosóficas.

¿Podrá nuestro método de establecer paralelismos históricos ayudarnos a hallar a un poeta similar?

MORATÍN
Según nuestro patrón de tiempo fijo que usamos en todos los artículos, el paralelo de Horacio debió vivir entre el 1780 y 1840 aproximadamente.
Y encontramos entre esas fechas, entre otros, a Leandro Fernández de Moratín (1760-1828).
Juzguen ustedes mismos el parecido.

Moratín nació en Madrid en el seno de una familia acomodada. Fue enviado a formarse a la Universidad de Valladolid. Ya con 19 años comenzó a cosechar éxitos en los concursos promovidos por la Academia. En calidad de secretario de un conde, viaja a París y otras capitales europeas, lo que le ayudó mucho en su formación. Fue beneficiario de los apoyos de Floridablanca y Godoy. Cuando Napoleón ocupó España, se unió al bando de los franceses. Obtuvo del rey José I Bonaparte, hermano del emperador, el puesto bibliotecario mayor en la Real Biblioteca española.

Si recordamos, hace tiempo publicamos en esta página un artículo titulado «Julio César, es decir, Napoleón Bonaparte». En esa ocasión, establecimos a Napoleón como paralelo moderno de Julio César. Y como le pasó a Horacio a la muerte de César, cuando Napoleón y sus ejércitos perdieron la guerra, Moratín tuvo que huir a Valencia, Peñíscola y Barcelona para proteger su vida.
Aunque no se presentaron cargos contra él, decidió huir a París donde moriría. De paso por Burdeos, conoció a otro exiliado: Goya, que le realiza el retrato que vemos en la imagen.

Más allá de su biografía, son sus obras las que delatan al doble de Horacio. Vean ustedes mismos algunas de ellas:

Traducciones de Horacio. En el artículo de Wikipedia sobre Moratín dice literalmente: «En la traducción de nueve odas de Horacio, lo que más sorprende, (…) es la identidad entre el pensamiento del poeta latino y el de Moratín en la visión de las cosas humanas: concordancia cuya sugestión se acrecienta por la diferencia de expresión entre la solemne compostura horaciana y la ligereza dieciochesca de Moratín. Horacio se halla presente, pero se advierte que es un Horacio transferido a un ambiente castellano muy distinto (…)».

Sátiras contra los vicios. En las que carga contra los excesos del barroco y anima a los poetas a aprender, como no, de Horacio.

Odas. De ellas se dicen, en la citada referencia, que son «uno de los resultados más felices de la imitación de Horacio en España».

Epístolas. Nueve cartas dirigidas a distintas personalidades. Una de ellas, copiando a Horacio, la dirige «a un ministro, sobre la utilidad de la historia».

¡Y LOS MISMOS, LOS MISMOS POETAS!
Como se puede ver, ni la poesía escapa a los repetitivos ciclos de la historia. Los propios poetas son conscientes de ello. Y como muestra, terminamos con un poema de León Felipe, que me ha pasado recientemente una buena amiga, y a quien se debe este artículo. Se titula «¡Qué pena!», y dice así:

¡Qué pena si este camino fuera de muchas leguas
y siempre se repitieran
los mismos pueblos, las mismas ventas,
los mismos rebaños, las mismas recuas!

¡Qué pena si esta vida tuviera
– esta vida nuestra-
mil años de existencia!
¿Quién la haría hasta el fin llevadera?
¿Quién la soportaría toda sin protesta?
¿Quién lee diez siglos en Historia y no la cierra
al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?
Los mismos hombres, las mismas guerras,
los mismos tiranos, las mismas cadenas,
los mismos farsantes, las mismas sectas
¡y los mismos, los mismos poetas!

¡Qué pena,
que sea así todo siempre, siempre de la misma manera!

Adnhistoriadelarte.com                                                   Job Flores Fernández (c) 2015

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